jueves, 9 de febrero de 2012

Luis Alberto Spinetta (1950 - Para Siempre)



Hoy hace frío y el silencio anda suelto por ahí. Otra guitarra que se desenchufa, otro micrófono que se apaga. Se fue el Flaco Spinetta, no precisamente uno de los grandes, sino el más grande, así de simple y disculpenme quienes no piensen así.
Podría haber escrito algo ayer, pero sinceramente no pude ni acercarme al teclado. Es mucha tristeza. En verdad tal vez todos imaginábamos el desenlace, pero tan pronto... a lo mejor un alivio, pero estas son conjeturas propias de panelistas de la tele, que seguramente y de un modo muy hipócrita se llenará de esa música que quien escucha a Luis sabrá muy bien de que se trata. También imaginamos las "revistas especializadas" y demás figuras del circo.
Queda la música su ofrenda, a la vez que nuestra inspiración y consuelo. Desde Almendra hacia adelante miles de músicos, muchos hoy de gran nombre, agarraron una guitarra y se juntaron con otra gente para formar una banda y ensayar "Ana No Duerme" o bien se quedaron a solas en el universo que implica una habitación aprendiendo los acordes de "Todas las Hojas Son del Viento" o "Canción para los días de la Vida". Ahí están Fito, Pedro Aznar, David Lebón, Gustavo Cerati y el mismísimo Charly entre otros.
Escuchar sus discos es una experiencia hermosa y saludable, y es tanta la variedad que ha desrrollado en su vasta carrera que tanto un fan del heavy como del jazz pueden llegarse hasta su música y salir satisfechos...si es que tenés ganas de salir. Haberlo visto en vivo (en mi caso, al igual que haber visto a Pappo) ahora alcanzará ribetes míticos, pero en ese momento fue un momento mágico y lleno de energía. La primera vez fue agosto del 95 y eran Los Socios del Desierto, y en un concierto donde el 90 por ciento de los temas eran inéditos - el debut discográfico de los Socios se dió 2 años más tarde- el Flaco se guardó para el final una gema invalorable, inolvidable. Esa noche de invierno, Spinetta desde el escenario del Teatro El Cículo nos regaló "Los Libros de la Buena Memoria". Y a la salida pasó por al lado mío. No pude decirle absolutamente nada, solo lo saludé con la mano y el siguió camino apresurado hacia la camioneta respondiendo con la cabeza.
No voy a extenderme más, no queda mucho por decir. Gracias Luis. Hasta siempre

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